
Por Joan Antoni Serra
En los últimos años, diversos estudios internacionales han alertado sobre una preocupante tendencia: las nuevas generaciones muestran una creciente desconfianza hacia los sistemas democráticos. Esta situación refleja un nivel récord de insatisfacción con la democracia en muchos países, especialmente entre la población joven, lo que plantea un desafío urgente para el sistema educativo. Ante esta realidad, surge la pregunta: ¿cuál es el papel de la escuela en la formación de ciudadanos democráticos comprometidos y conscientes?
Este texto realiza una breve revisión crítica de los datos más relevantes provenientes de investigaciones recientes y reflexiona sobre las implicaciones pedagógicas para docentes de educación primaria y secundaria. El objetivo es contribuir a la promoción de una educación para la democracia que sea crítica, transformadora y eficaz, capaz de responder a los retos actuales y fortalecer el compromiso cívico de las nuevas generaciones.
Comprender el problema
Como se ha comentado diferentes investigaciones internacionales están alertando de la creciente desconfianza hacia la democracia, especialmente entre la población más joven. Esta preocupación no es solo a nivel académico, sino que la prensa también se está haciendo eco. En este sentido, en el último año en la prensa española se han publicado diferentes artículos haciendo referencia a estudios internacionales y nacionales. En estos artículos además de presentar los datos más relevantes de las investigaciones, también se recogen reflexiones del profesorado sobre lo que ven a diario en las aulas.
Entre los estudios que ilustran el declive de la confianza democrática entre los jóvenes, destaca el elaborado por el Pew Research Center (2024, febrero 28). Este estudio revela que en una muestra de 24 países, una mediana del 59 % de la ciudadanía expresa insatisfacción con el funcionamiento de la democracia. Este descontento es especialmente elevado en países como Francia, Grecia y España, y se ha intensificado desde 2017. Este descontento es especialmente elevado en países como Francia (66 %), Grecia (74 %) y España (68 %), y se ha intensificado desde 2017.
La percepción negativa es más acentuada entre quienes consideran que la economía de su país funciona mal, lo que demuestra la relación entre estabilidad económica y legitimidad democrática. En Alemania, el 57 % de la población se declara insatisfecha con el funcionamiento de la democracia, mientras que en Polonia la cifra asciende al 63 %. En Estonia y Finlandia, la insatisfacción es menor (34 % y 29 % respectivamente), lo que sugiere que la confianza democrática se mantiene más firme en contextos donde la calidad institucional y económica es más robusta. En Irlanda, la insatisfacción alcanza el 44 %, una cifra moderada en comparación con otros países europeos. Además, el informe del Pew Research Center (2024, marzo 13) señala que existe un amplio apoyo hacia la reforma del sistema democrático mediante herramientas de participación directa: el 76 % de las personas encuestadas en los 24 países respalda los referendos vinculantes como vía de decisión, y un 68 % apoya los presupuestos participativos. Esta evidencia reforzaría la hipótesis de que, aunque el descontento con la democracia representativa es alto, existe una voluntad significativa de mejorarla más que de abandonarla.
Este patrón no es exclusivo de Europa. En América Latina, según el Latinobarómetro (2023), el 48 % de la población apoya la democracia, pero el 70 % se declara insatisfecho con su funcionamiento. En Estados Unidos, el Pew Research Center (2024, febrero 28) señala que el 58 % de los jóvenes entre 18 y 29 años se sienten “poco o nada satisfechos” con la democracia, aunque una mayoría sigue considerando preferible este sistema frente a cualquier otro. Esto refuerza la idea de que el malestar es global y que los jóvenes no rechazan la democracia en sí, sino sus formas actuales de ejercicio.
Otro estudio fundamental es el Global Satisfaction with Democracy Report del Centro para el Futuro de la Democracia de la Universidad de Cambridge (Foa et al., 2020). Este informe analiza datos de casi 4 millones de personas desde 1973 y muestra un crecimiento sostenido de la insatisfacción democrática en todo el mundo, alcanzando el 57,5 % en 2019. La tendencia es particularmente alarmante entre los jóvenes de 18 a 34 años, cuya desafección ha crecido más que en cualquier otro grupo de edad. La investigación señala como factores determinantes la precariedad laboral, la falta de movilidad social y la percepción de que el sistema político no responde a sus necesidades. En otras palabras, el sistema democrático no parece resolver los problemas a los que se enfrentan.
El estudio también apunta que en países donde han emergido gobiernos populistas, se ha observado un aumento temporal en la satisfacción con la democracia entre los jóvenes. Sin embargo, este efecto suele ser efímero y no resuelve los problemas estructurales subyacentes, lo que plantea interrogantes sobre la sostenibilidad de estos modelos políticos.
Una tercera clave es la pérdida del estigma asociado al autoritarismo y a la extrema derecha. La memoria histórica sobre los regímenes dictatoriales parece debilitarse en las nuevas generaciones, lo que conlleva una menor resistencia simbólica frente a discursos iliberales. Esta normalización del extremismo representa un riesgo real para la estabilidad democrática a largo plazo.
Sirve como ejemplo, datos de la última encuesta del Instituto de Ciencias Políticas y Sociales (ICPS), que desde 1989 analiza ininterrumpidamente la opinión del censo catalán a través de entrevistas domiciliarias en Cataluña (España). La encuesta ha sido recogida en varios artículos de prensa: Pérez (2025), Lamor (2025) o Hinajosa (2025). Los datos revelan que un 35 % de jóvenes catalanes de entre 18 y 24 años aceptaría una dictadura “en determinadas circunstancias”, mientras que un 16 % de los hombres menores de 25 años preferiría un régimen autoritario. Un dato revelador en un país como España que el próximo mes noviembre se cumplirá 40 años del fin de su dictadura. Los datos muestran que la atracción por alternativas no democráticas no es marginal, y están vinculadas a la frustración generada por la precariedad, la exclusión social y la sensación de que el sistema no garantiza bienestar ni representación.
Además, el fenómeno se amplifica en el entorno digital. Según la última Youth Survey (2025), el 42% de los europeos de entre 16 y 30 años confía principalmente en plataformas como TikTok, Instagram y YouTube para acceder a noticias sobre política y asuntos sociales, lo que los expone a desinformación y cámaras de eco que distorsionan el debate democrático. La Fundación BBVA (2025) también ha señalado que las plataformas como TikTok, X e Instagram generan una alta desconfianza incluso entre quienes más las usan, lo que revela una contradicción que no ayuda a fortalecer la cultura cívica.
Por último, Lamor (2025) indica entre los conceptos considerados como una amenaza para la democracia, los tres que más preocupan al total de la población son las fake news (83,7%), la extrema derecha (81,7%), y las desigualdades económicas (79,2%). Estos datos son extraídos de la última encuesta del ICPS.
En este contexto, el artículo del el el.Diario.es de González (2024) incluye valiosas reflexiones de docentes españoles que dan cuenta de cómo estas tendencias se manifiestan en las aulas. Los docentes entrevistados señalan que muchos estudiantes muestran una creciente indiferencia o apatía hacia los contenidos tradicionales sobre democracia y política, evidenciando una desconexión entre lo que se enseña y las experiencias que viven. Según un profesor de secundaria, “el alumnado llegan con ideas preconcebidas, a menudo con frustración o desilusión, que no se resuelven solo con la teoría”. Además, estos docentes alertan sobre la dificultad de contrarrestar la influencia de discursos polarizados y desinformación presentes en las redes sociales, que minan el desarrollo de un pensamiento crítico sólido. Estas reflexiones, coinciden con la de otros educadores que hemos dialogado a través de entrevistas y talleres realizados en el marco del proyecto DEMOCRAT.
De este modo el profesorado subraya la necesidad de renovar las prácticas educativas para hacerlas más significativas y conectadas con la realidad del alumnado, favoreciendo el diálogo abierto, la reflexión crítica y la participación activa como pilares para fortalecer la educación democrática.
¿Por qué está ocurriendo?
La desafección democrática entre los jóvenes no es un fenómeno casual, sino el resultado de procesos estructurales. En primer lugar, las crisis económicas de 2008 y 2020 (COVID-19) han dejado una huella profunda en la juventud, generando inseguridad laboral, frustración ante la falta de oportunidades y desconfianza hacia las instituciones. También identifican la desigualdad social y la corrupción como las principales amenazas a la democracia como factores que erosionan la confianza democrática. Esta experiencia vital mina la percepción de que la democracia puede ofrecer soluciones reales.
En segundo lugar, el auge de las redes sociales ha modificado los modos de informarse y participar. La sobreexposición a discursos polarizados, la desinformación y la banalización de los debates políticos contribuyen a una visión superficial o cínica de la democracia. Además, el entorno digital refuerza burbujas ideológicas que dificultan el desarrollo de una ciudadanía crítica y dialogante.
Tercero, como señalan varios docentes entrevistados en elDiario.es, esta desafección se manifiesta ya en las aulas: el interés por la política institucional es bajo, y cuando se aborda en clase, suele percibirse como algo ajeno o incluso sospechoso. Muchos estudiantes asocian la política con corrupción, ineficacia o imposición, y manifiestan una falta de fe en que su participación pueda influir en las decisiones públicas. Esta percepción genera una distancia emocional que hace más difícil movilizar a los jóvenes en clave cívica. El profesorado, por su parte, expresa preocupación por la dificultad de generar debates plurales y respetuosos, y por la influencia que ejercen discursos simplistas que circulan en redes sociales.
Desde una perspectiva educativa, este contexto exige una reacción clara. Si la escuela no refuerza el sentido y los valores de la democracia, otros discursos pueden ocupar ese espacio con propuestas autoritarias o excluyentes. Educar para la democracia no puede limitarse a contenidos curriculares; debe implicar prácticas cotidianas, experiencias significativas y una cultura escolar coherente con los principios democráticos.
¿Qué se puede hacer desde el aula? Cuatro propuestas prácticas
Los testimonios de los profesores recogidos, tanto por el equipo DEMOCRAT en España como en González (2024) reflejan que la desafección y la desconexión de los estudiantes con los contenidos democráticos no se resuelven solo con explicaciones teóricas, sino que requieren un enfoque pedagógico renovado, que dialogue con sus experiencias y emociones. Por ello, a partir de estas reflexiones, se plantean las siguientes propuestas prácticas para que la educación para la democracia sea más efectiva y significativa:
- Trabajar la memoria histórica y la contextualización del presente
Como señalan los docentes, muchos estudiantes desconocen la importancia y el valor de la democracia histórica. Integrar testimonios directos, documentales, visitas a espacios de memoria o análisis de los totalitarismos del siglo XX puede ayudar a construir una conciencia crítica y un compromiso con los valores democráticos. La contextualización debe incluir también problemáticas actuales como la desigualdad o el discurso de odio, para que los estudiantes conecten pasado y presente. - Fomentar el debate argumentado y el respeto por la diversidad de opiniones
Las voces docentes alertan sobre las dificultades para contrarrestar las ideas preconcebidas y la frustración del alumnado. Crear espacios regulares de debate, asambleas y proyectos colaborativos que promuevan la escucha activa y el diálogo respetuoso es fundamental para desarrollar habilidades cívicas y emocionales que ayuden a construir confianza y responsabilidad democrática. - Educar en pensamiento crítico y alfabetización mediática
El impacto de la desinformación y las cámaras de eco digitales, mencionado por los profesores, hace imprescindible que la alfabetización mediática sea un eje transversal en el currículo. Enseñar a los estudiantes a identificar bulos, sesgos y manipulación fomenta la autonomía intelectual y una participación más informada y reflexiva. - Impulsar experiencias de participación real
Los docentes subrayan que la teoría por sí sola no basta; es necesario que los estudiantes vivan experiencias democráticas reales en el entorno escolar y comunitario. La participación en consejos escolares, proyectos solidarios, presupuestos participativos o voluntariados permite a los jóvenes experimentar la democracia como práctica, reforzando el sentido de pertenencia y empoderamiento.
Estas propuestas, alineadas con las voces del profesorado, muestran que la educación para la democracia debe ser activa, crítica y conectada con la vida cotidiana del alumnado para enfrentar los retos que plantea la desconfianza creciente. Conviene indicar que algunas de estas propuestas se están testando en las aulas a través de los proyectos piloto del DEMOCRAT.
Conclusión
La creciente desafección democrática entre las nuevas generaciones no es un fenómeno aislado ni pasajero, sino un síntoma de una crisis política, social y económica mucho más profunda. Los datos recogidos en estudios internacionales y nacionales, así como las voces de los docentes en las aulas, nos muestran que esta situación debe ser afrontada con urgencia y responsabilidad desde todos los ámbitos, especialmente desde la educación.
Lejos de resignarnos ante estos desafíos, debemos reconocer en ellos una oportunidad para repensar y revitalizar el papel de la escuela como espacio de formación ciudadana. Educar para la democracia hoy implica mucho más que transmitir conocimientos formales sobre instituciones y derechos; requiere construir una experiencia educativa que haga tangible la justicia, la participación, el respeto y la convivencia democrática en la vida diaria de los estudiantes.
Las reflexiones de los profesores evidencian que el alumnado llega al aula con inquietudes, frustraciones y, en muchos casos, desconfianza hacia el sistema político. Por ello, el compromiso docente debe incluir no solo la transmisión de contenidos, sino también la creación de espacios seguros para el diálogo crítico, la reflexión colectiva y la acción participativa. Solo así se podrá conectar la educación democrática con las realidades que viven los jóvenes y sus aspiraciones.
Además, la alfabetización mediática y el pensamiento crítico deben ocupar un lugar central en esta tarea educativa. La capacidad para discernir información fiable y para analizar de forma crítica el discurso público es clave para contrarrestar la desinformación y el populismo que amenazan la estabilidad democrática.
Por último, es imprescindible fomentar experiencias reales de participación que permitan a los estudiantes experimentar el valor y la fuerza de la democracia en primera persona, superando la mera teoría y construyendo confianza en sus posibilidades como ciudadanos activos.
Desde DEMOCRAT se está trabajando en la recolección de diferentes herramientas que ayuden a los educadores afrontar estos retos y formar generaciones conscientes, críticas y comprometidas, capaces de sostener y renovar la democracia en el futuro. En tiempos de incertidumbre democrática, la escuela puede y debe ser un faro de esperanza, diálogo y transformación social.
Referencias
Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS). (2024). Estudio nº 3490: Participación Política en España. Madrid: CIS.
Corporación Latinobarómetro. (2023). Informe Latinobarómetro 2023: La recesión democrática de América Latina. Santiago de Chile: Corporación Latinobarómetro. https://latinobarometro.org/lat.jsp
Foa, R. S., Klassen, A., Slade, M., Rand, A., & Collins, R. (2020). The Global Satisfaction with Democracy Report 2020. Centre for the Future of Democracy, University of Cambridge.
Foa, R. S., Klassen, A., Wenger, D., Rand, A. & Slade, M. (2020, octubre). Youth and Satisfaction with Democracy: Reversing the Democratic Disconnect? Cambridge Centre for the Future of Democracy.
Fundación BBVA. (2025). Estudio sobre confianza social y redes digitales. https://www.fbbva.es
González, I. (2024, junio 21). ¿Los jóvenes ya no temen una dictadura? Claves del declive de la confianza en la democracia en las nuevas generaciones. elDiario.es. https://www.eldiario.es/politica/jovenes-no-temen-dictadura-claves-declive-confianza-democracia-nuevas-generaciones_1_12131368.html
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Lamor, M. (2025, 12 de febrero). Desapego con la democracia y más límites a la inmigración: los valores de extrema derecha crecen entre los hombres catalanes menores de 25 años. El País. https://elpais.com/espana/catalunya/2025-02-12/desapego-con-la-democracia-y-mas-limites-a-la-inmigracion-los-valores-de-extrema-derecha-crecen-entre-los-hombres-catalanes-menores-de-25-anos.html
Pew Research Center. (2024, febrero 28). Representative Democracy Remains a Popular Ideal, but People Around the World Are Critical of How It’s Working. https://www.pewresearch.org/global/2024/02/28/global-public-opinion-in-a-time-of-democratic-uncertainty/
Silver, L., Fagan, M., Huang, C., Clancy, L., Chavda, J., & Mandapat, J. C. (2024, marzo 13). How People in 24 Countries Think Democracy Can Improve. Pew Research Center. https://www.pewresearch.org/global/2024/03/13/how-people-in-24-countries-think-democracy-can-improve/
Pérez, M. (2025, febrero 16). La tentación autoritaria atrapa a los jóvenes. El País. https://elpais.com/espana/catalunya/2025-02-16/la-tentacion-autoritaria-atrapa-a-los-jovenes-mas-del-35-de-los-catalanes-de-entre-18-y-24-anos-aceptaria-una-dictadura.html
European Commission. (2024). EP Youth Survey 2024. Standard Eurobarometer 102: Public Opinion in the European Union. https://europa.eu/eurobarometer/api/deliverable/download/file?deliverableId=96862

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